lunes, 26 de octubre de 2009

El miedo a la hoja en blanco


¿Qué veo? Blanco, un campo de dimensiones que tú ya conoces, pero en esta ocasión su blancura se extiende más de lo que pudieras recordar.

Tu mano sosteniendo la pluma, temblorosa, o quizá rígida, lista para comenzar a escribir y eliminar esa nada tan intimidante del papel.
Pero ¿Qué es esto? Las palabras se atoran en tu mente, probablemente porque no logran pasar la evaluación de “La frase más adecuada para iniciar”.
Súmale a eso, el aura de nada del papel, una misteriosa aura que te indica que al romperse, lo que fuere a ocupar su lugar seria la nueva entidad a gobernar, y la duda de si semejante cosa es digna de estar ahí puede doblegar a una mente perdida en la indecisión.

Hablando más objetivamente, no es precisamente la hoja en blanco que causa tanta conmoción, sino el empezar a escribir, las primeras palabras.
En lo personal, y como una vez mi madre me menciono, he descubierto que lo más difícil de comenzar a escribir cualquier cosa es colocar la primera frase. Una vez escritas las primeras palabras, el mundo se iluminaba y mi mente abría sus puertas, las palabras fluían nuevamente, y mi mano no dejaba de bailar por el papel por un buen rato.

El cómo inaugurar tu siguiente texto sobre el papel es algo que quizá algunos no lo encuentren mas allá de cómo algo trivial. Pero para otros, puede ser todo un reto.
Para mí, lo es aún más si lo que a continuación escribiré será alguna historia, especialmente si esta será larga. El porqué quizá sea conveniente relatarlo en otra futura entrada, pues se amerita un tema propio.
Entonces, señores, habrá que ver, antes de analizar cómo crear nuestra próxima narración o discutir cualquier cosa sobre sus elementos, como ganar soltura y perder miedo a la “hoja en blanco”.

Como en toda teoría, existe una excepción que rompe lo dicho. Notaran que cuando les entra algún ataque de inspiración, lo que tienen en mente es claro y brillante, la “hoja en blanco” pierde cualquier valor como reto u obstáculo, e inmediatamente la llenamos de nuestro manuscrito, como si hipnotizados estuviéramos.

¿Qué tiene este caso de diferente?
Veamos, en un golpe de inspiración, las palabras fluyen como por arte de magia. Pero en otra situación, estas se atoran.
La razón es simple:
Cuando queremos escribir algo, tenemos una idea de lo que será nuestro texto, normalmente la idea no está muy bien formada, pasa a ser difusa o no tenemos claro como transmitirla. Por consecuencia, en nuestra mente meditamos el cómo traducir esa idea al lenguaje escrito, y, como cada traductor debe enfrentar, encontrar la forma mas adecuada para que nuestra idea haga sentido en nuestro lenguaje puede ser difícil.

Analizando mejor esto último, las ideas que tenemos para alguna historia surgirán del lado derecho del cerebro. Este hemisferio es atemporal, no se centra en un detalle (usa una imagen completa), no es lógico y, sobre todo, no usa el lenguaje verbal.
El reto del escritor de la narrativa reside en traducir estas ideas a otras que sean manejables por el lado izquierdo del cerebro, hemisferio critico, analítico, verbal y organizado.
Es con el que damos un orden y sentido a las ideas, y podremos transmitirlas al papel cuando dicho hemisferio haya cumplido su tarea.

Es obvio que, entre más clara y reciente sea la idea, mas fácil será transmitirla a nuestros escritos (por eso en los momentos de inspiración se nos facilita tanto, la idea suele fuerte y nítida, su contenido pasa ser obvio para nosotros).

Aclarado esto, solo nos queda un punto más por aclarar.
¿Qué podemos hacer al respecto?
Cómo controlar tus ideas, pasarlas a un lenguaje verbal y luego escribirlas no siempre es fácil, y mucha gente, además, tiene diferentes formas de procesar sus pensamientos.
Habrá quienes encuentren más sentido a una idea guiados por sonidos, otros por imágenes, otros por formas más lógicas y abstractas.
Es cuestión pues, de conocerse a uno mismo.
Digamos que eres alguien quien se lleva bien con imágenes. Quieres comenzar a escribir sobre algún paisaje, tienes una especie de bosquejo en tu mente, así que no estás seguro de cómo describirlo.
Entonces tomate un tiempo, relájate, y hazte preguntas que inciten a tu mente a desarrollar mejor la imagen.
¿Es un escenario cálido? ¿Uno frio? ¿Qué es lo que más sobresalta de el? ¿Qué detalles tiene? ¿Algún rastro de naturaleza? ¿O de obras hechas por el hombre? ¿Hay personas a la vista? ¿Qué encuentras interesante? ¿Qué agregarías para mejorarlo? ¿Algún sentimiento que provoca sobre ti?
Conforme respondas las preguntas, tu imagen se volverá más clara, y la conversión al papel saldrá por sí sola.

Claro que, estas preguntas para otros pueden ser inútiles. Es cuestión de aprender a identificar como puedes concentrarte mejor y sacar con más fluidez tu lado creativo. Quizá oyendo música, o ir a ver tu mismo algún paisaje. No importa cómo, solo recuerda darle más vida a esa idea, y veras que, una vez haigas puesto las primeras palabras, como por arte de magia, lo que pensaste se sentirá tan real y tangible que podrás continuar escribiendo sin ningún problema.

domingo, 25 de octubre de 2009

¡Bienvenidos!

Hola a todos, he aquí el inicio de un blog mas, que espero, junto a ustedes, consiga mantenerse activo y útil para todos por un largo tiempo.

Aprovechare esta primer entrada como un post de Inauguración, por así decirlo.

Ahora, quizá lo que más conviene aclarar es…

¿De qué trata todo esto?

“Cartas para un Escritor” Esta pensado como un espacio para discutir la dura tarea de dar vida a una historia.
Consejos de cómo poder pasar de tu mente al papel esa intricada idea, o ideas. Como organizarlas después, como dar autentica vida a un personaje, o ¿Por qué no? Curiosidades de todo este maravilloso proceso.

Pero bueno, en resumidas cuentas, esto viene a ser un centro de ayuda y referencia… ¿Impartido por quien? ¿Quién soy yo? ¿Cómo posiblemente yo podría pasar algún dato útil para ustedes los escritores?
Pues les digo, no soy más que un joven estudiante de Ingeniería.
Se preguntaran que irá a saber un sujeto que estudia ingeniería, alguien que pertenece a un mundo más abstracto y frio, de escribir narrativas.
Pues les comento:

Desde joven he tenido fascinación por leer, no necesariamente libros de novelas (que por cierto, son los que leo más recurrentemente), sino de todo un poco. Mis padres tenían varias colecciones de enciclopedias por mi cuarto (ediciones infantiles claro); y yo, fuere por mero aburrimiento o por un sentimiento de curiosidad, pues las leía. Además de absorber la información, me fijaba en cómo estaban escritos los textos. En aquellas enciclopedias infantiles el lenguaje del autor era uno sin palabras rebuscadas, las ideas eran bien sintetizadas y fáciles de entender; era pues, un estilo de escritura que un infante podría entender.

Cuando, por razones de tareas, necesite moverme a libros más cargados de información, note también un cambio radical en la forma en que el autor se expresaba. Esta vez el escritor no vacilaba en el uso de palabras que quizá solo un grupo de estudiosos podría entender, las ideas eran más amplias, cada tema a hablar lo detallaba bastante. De hecho, bastante como para necesitar estructurar el artículo correspondiente ha dicho tema.

Todo esto que les comento, finalmente viene a ser un tema impartido en clases de “Español” o “Ciencias de Comunicación” o clases similares durante la Secundaria y Preparatoria (muy seguramente igual lo han visto ustedes); pero me llamo la atención el hecho que yo mismo lograra notar estas cosas (claro, no las identificaba con esos mismos términos que ahora).
Con toda seguridad, me atrevo a decir que muchos más se percataron rápidamente de la diferencia de textos y sus estilos de escritura, pero, antes de llegar a conclusiones, permítanme terminar.

Además de las obvias diferencias entre una enciclopedia infantil y otra pensada para el investigador entusiasta (o estudiante obligado a hacer su tarea). Note que, aun entre los textos de la misma naturaleza, si leías otro echó por otro(s) autor(es), aun se percibían diferencias. Y nuevamente, no me refiero a la información en sí, si no al estilo en que esta era escrita.
Algunos autores eran más fríos, y ponían la información tal cual es. Otros, tomaban en cuenta que una persona leería su trabajo, y en su forma de escribir intentaba “conectarse” con su lector, volviendo mas cómoda la lectura.
Habría autores que esto lo harían de forma sutil, otros que lo harían a tal medida que usarían todo el primer párrafo en su “Conexión” con el lector antes de entrar al tema en si… en fin, cada autor, aun en esta clase de libros, tenia formas únicas de escribir.

Al hablarles de esto, al mirar al pasado, me parece muy curioso todo esto, pues leía estos textos al punto de captar estas cosas; pero a la hora de ver los libros de las novelas, llenos de tantas páginas y sin ninguna imagen, me sentía intimidado. Oh lo que son las cosas, y pensar que quizá hubiera devorado centenares de libros para este entonces si hubiera comenzado a leer novelas desde mucho más joven.

La cosa fue, una vez que perdí el “miedo” y, por parte de otros amigos que oía que se recomendaban tal libro por tal cosa, me decidí por comenzar a leer mi primera novela.

Aunque claro, eso no significo que no toque ningún libro hasta ese entonces, antes leía sobretodo antologías de cuentos (por solicitud de mis clases en secundaria, pero igual terminaron gustándome bastante) otro libro que también leí fue uno de la colección de las narraciones de Edgar Allan Poe (Autor recomendado por cierto).
Y pues eso libros me encantaron, ya no era un texto informativo sobre algún tema en especifico, un texto que en menor o mayor medida, siempre te llevara a la misma conclusion que el de otros autores.
Era una historia, una historia sin imágenes, ni sonido… solo las bien cuidadas palabras del escritor. Era impresionante ver como estas palabras podían darle un sentimiento tan único a cada historia.
Si inclusive en los fríos textos informativos es posible transmitir algo, aquí, la comunicación de alguna idea, un sentimiento, lo era todo.
Quizá esto fue el empujón definitivo que me llevo a decidirme a leer algo mucho más completo.
Pero tenía mis dudas, era un niño consentido con las películas de la época. “¿Cómo un libro podría transmitir la misma emoción que una película de acción? ¿Cómo un simple texto podría asustarme? ¿Qué me dices de Sorprenderme o ponerme triste?” Fue una grata sorpresa la que me lleve.


Ahora, se preguntaran ¿Cuál fue mi primera novela? Si mal no recuerdo, fue “Eragon” por Christopher Paolini. Recomendada por un primo.
Cuando tuve el libro en mis manos pensé en el tiempo que me tomaría acabarlo, eran cerca de 450 páginas de solo texto. ¿Esta cosa realmente me tendría entretenido? No es lo mismo un cuento de unas 5 páginas, eso al menos se acaba rápido.

Tragándome esos malos pensamientos, y en un momento de tranquilidad, comencé a leer el libro.
Cual fue mi sorpresa, que en poco tiempo termine acabándome el libro, y no solo eso, quede con el deseo de “Ojala hubiera tenido más”.

Regresando a lo que nos interesa, lo primero que percibí al leer algunas cuantas noveles es que cada autor tiene un toque único, “estilo” quizá sea la palabra más adecuada. Además, los personajes de una novela en general están mucho más trabajados, suelen ser entidades entrañables con las que puedes identificarte. Y la estructura de la novela definitivamente no es algo que sale al azar, quizá sea tan planificada como lo fue el índice de algún texto científico.

Al llenarme de estos conocimientos, no tarde en ponerme a prueba como escritor, y debo confesar una cosa. Jamás creí que una hoja de papel en blanco pudiera ser tan intimidante.

Como escritor de una narración, uno tiene como limitante, pues a uno mismo.
Tienes libertad total, tus opciones son sumamente largas que virtualmente se consideran ilimitadas.
Pero, sobre todo para el nuevo escritor, esto vendría a serle perjudicial. Es tanto lo que tiene a su disposición, que saber que utilizar puede ser realmente difícil.

Los arsenales del escritor de historias son su imaginación y el lenguaje. Ambos pueden ser usados de formas sumamente ingeniosas, no hablemos pues de los posibles resultados al usarse en conjunción.

Así pues, amigos míos, decidí llevar el análisis mas allá, e intentar ponerme en los pies de los autores de las novelas que tanto me han gustado y medité: “¿Como lo lograron?”

Mi tipo de pensamiento siempre ha sido lógico y analítico, y muchas veces he invertido más tiempo en estas cuestiones que en la escritura misma. Razón por la que opte como carrera profesional una Ingeniería. Pero igual amo escribir.
De hecho, actualmente tengo dos proyectos grandes en creación. Que si algún día conocerán más allá de mi disco duro, pues eso ya dependerá de mí.

Así que, quiero invitarlos a seguirme, que varios años he ido perfeccionando el que hacer para dar vida a una historia.
Yo me presento como un escritor entusiasta, igual que ustedes, esperanzado de que lo que he meditado durante ya algún tiempo, sirva para alguien más.